Leyendas de Puebla: ¡Las brujas de Atlixco!

lacendi
escrito por lacendi

Todas las madres rezaban cuando llegaba la noche; se santiguaban, oraban para que las bolas de fuego que se observaban desde lejos en el cerrito de San Miguel no volaran cerca de sus casas, se persignaban y persignaban a sus criaturas, niños de cinco años hasta los recién nacidos que eran los favoritos de las desagradables y feas brujas.

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Todos se encerraban desde las ocho de la noche por miedo a toparse con una de ellas, se decía que llegando la noche se quitaban las piernas, las acomodaban a un lado de la hornaza del fogón y se ponian las patas de un guajolote, luego se arreglaban el pelo para no estar tan feas y se subían en escobas hechas con ramas secas y salían volando por las puertas o ventanas; al llegar al cerro de San Miguel, se juntaban y esperaban que llegaran mas para lanzarse al vacío desde la plazuela que está al pie de la escalera de piedra, pues no se les permitía subir mas cerca de la capilla; y casi cuando llegaban al suelo, se prendían como bola de fuego para comenzar a volar por dos o tres horas, tratando de oler o ver una buena carnada de niños u hombres tomados, o enamoradizos.

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Las mamás después de acostar a sus hijos en sus petates cerraban las ventanas y puertas bien atrancadas, colocaban sus veladoras cerca de sus santos y después de orar, sacaban cruces de ocote, de estacas y tijeras cruzadas para ponerlas cerca de las puertas, bajo el petate y la almohada para proteger a los niños de las brujas chupadoras, porque cuando no encontraban obstáculos, llegaban y chupaban la sangre del niño en el cuello o en un pie hasta dejarlo casi muerto. La gente del pueblo ya no subía al cerro después de las 9 de la noche, aún despues del paso de muchos años, todavía se llegó a ver el cansado vuelo de una bola de lumbre por las laderas del  «cerrito», como señal de que las brujas todavía quieren seguir «chupándonos» la sangre.

Leyenda de: Leticia López Muñoz

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