Por: Sergio Flores Lopez
Saludos a todos los educandos, aqui presentaremos el testimonio real de los hechos que se suscitaron en la casa de los Hermanos Serdán y del cuarto miembro del que poco se conoce y sobre todo que hechos sucedieron después.
La Jornada del 18 de Noviembre de 1910
En esta parte de la historia cedo la palabra a una destacada protagonista del movimiento revolucionario: Carmen Serdán, mujer bragada, con innato liderazgo, heroica, valiente y decidida hermana de Aquiles, Máximo y Natalia Serdán. De aquí en adelante dejaremos a esta gran dama dar su crónica de lo sucedido de esas vísperas de gloria.
Crónica de Carmen Serdán de lo sucedido:
El día 17 supimos que el jefe de la policía de Puebla, Miguel Cabrera, se preparaba a catear nuestra casa, pues ya sabia que estaba en ella Aquiles. De regreso de los Estados Unidos y estaba informado también que teníamos armas. Por tal motivo, los planes forjados para los dos días después fracasaron. Desde la noche del 17, Aquiles distribuyó a sus amigos en las alturas de la casa y estuvimos en vela esperando a Cabrera y a los suyos, sin que se presentaran.
Casa de los Hermanos Serdán
Esa misma noche, Aquiles envió un recado a los ferrocarrileros y a los fabricantes, en el que se decía que se sostendría dos horas en la casa y que desarrollarían los planes acordados, pero parece que no recibieron el aviso y a ello se debió que no se hubiesen puesto sobre las armas.
Los que se hallaban en la casa y combatieron el día 18, fueron, sin contar a dos niños de doce y catorce años respectivamente: Rosendo Contreras, Manuel Paz y Puente, Vicente Reyes, Clotilde Torres, Manuel Méndez, Miguel Patiño, Fausto Nieto, Manuel Velázquez, Juan Sánchez, Carlos Corona, Andrés Cano, Miguel Cruz, Francisco Sánchez, Epigmenio Martínez, Los señores Pérez y Teyssier y mis dos hermanos: Máximo y Aquiles. (es curioso que Carmen Serdán no se autocitó aún cuando aun cuando figuró entre los mas heroícos combatientes y no mencionara a su hermana Natalia Serdán por situaciones que citaremos mas adelante).
A las siete y media de la mañana del día 18, tocaron al zaguán, y Aquiles, que se encontraba en el piso bajo, dijo a Manuel, el portero: “Manuel, abre que toca la policía”.
Manuel abrió y Cabrera se precipito patio adentro al frente de sus policías. Llevaba su pistola en la mano, pero se detuvo sorprendido cuando vio a Aquiles que empuñaba una carabina: Sin cruzarse palabra, Cabrera le hizo un disparo que no le alcanzó y que mi hermano le contesto dándole muerte al primer tiro, pues la bala le dio en el pleno corazón, según dijeron los médicos que autopsiaron el cadáver del esbirro (sicario).
Al ver caer a su jefe, unos policías corrieron hacia el interior de la casa y otros ganaron la calle. El Mayor Fregoso, segundo de Cabrera, fue de los que quedaron y ya seguía la escalera en seguimiento de Aquiles, cuando le apunte con mi carabina. Temeroso de que fuera yo a dispararle me dijo espantado: “¡No tire, no tire!” , (Carmen) “Pues deme su pistola”, le respondí sin dejar de apuntarle. Entonces bajó los pocos peldaños que había subido y le entrego su arma a Manuel Velázquez, dándose por preso…
Cabrera quedó tirado en mitad del patio, con los brazos abiertos y los ojos espantosamente fueras de las órbitas. Entretanto, los policías que se habían salvado corrían a dar cuenta de lo ocurrido a sus jefes superiores.
Aquiles y Máximo, entendiendo que iba a comenzar la parte mas sangrienta del drama que vivíamos, tomaron sus posiciones finales, parapetando a sus 16 amigos en las alturas de la finca, detrás de los tinacos o bien cubriéndose por las cornisas de las azoteas. Y a las 8 en punto de aquella mañana la ciudad se conmovió con los primeros disparos, sin que el número abrumador de los hombres del gobierno, que en un momento rodearon el lugar donde nos hallábamos, causara miedo en nuestro ánimo.
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«En ese momento empezó el terrible tiroteo»
Aquiles y yo estuvimos combatiendo como media hora en la azotea, pero bajamos a las ventanas de la casa para defender el frente de ésta. El combate se generalizó a las 8:30, hora en que se me ocurrió hablar al pueblo, al que grité cuanto pude (Continua relatando la heroína Carmen Serdán) enseñándoles mi carabina. Si no recuerdo mal, dije así: “¡Vengan! ¡Por ustedes lo hacemos! ¡La Libertad vale mas que la vida ¡ ¡ Viva la no reelección ¡ “. Pero no pudieron pasar para ayudarnos y el fracaso hubo de poner su corona de espinas en las frentes de quienes peleando por su ideal.
Los rurales se posesionaron de la torres del templo de San Cristóbal y sus fuegos nos hicieron mucho daño. El batallón Zaragoza nos batió desde lo alto del Hotel Barcelona y el primer cuadro de Caballería escaló los muros de Orfanatorio, que queda a la retaguardia de la casa de la calle de Santa Clara (avenida de la Revolución), donde combatíamos. Otros rurales atacaron por el frente.
A las 9 de la mañana, el combate era ensordecedor y recibíamos un nutrido fuego que comenzaba a diezmar nuestras raquíticas filas. A las 10 de la mañana, la lucha era encarnizada, feroz y a muerte. Las descargas de la fusilería eran cerradas, las bombas de dinamita que explotaban entre las filas de los federales, en número de mil hombres, no habían podido arrebatar un palmo de terreno a los combatientes de la casa.
A las 10:30, Aquiles se acercó para decirme: “Carmela, ya no han de tener parque en la azotea ¿Quién podrá llevarlo?” «Yo, Aquiles», respondí, yo lo llevare”. Abrí una caja, tomé el parque, lo puse en la falda de mi vestido blanco y subí hasta las azoteas. Llegue y efectivamente, las municiones se habían agotado, la defensa se hacia con alguna debilidad. Repartí el parque y ya me retiraba, cuando al atravesar la escalera los federales que no podían descubrir a ninguno de los nuestros, reconcentraron sus fuegos sobre mi silueta que brillaba a la luz del sol. Una bala atravesó mi peinado otra vino a tocarme en la caja del cuerpo, penetrando en mi costado izquierdo, y saliendo por el derecho. Sentí que iba a caerme, pero una voluntad suprema me sostuvo y quedó materialmente rojo mi vestido a consecuencia del abundante derrame de sangre….
Seguimos combatiendo, posesionados de las ventanas, hasta donde no habían osado acercarse los federales. Yo volví a subir como a las 11:30 a donde estaban nuestros amigos. Encontré a Máximo, que se había trepado por una cañería, y sólo un señor apellidado Méndez, que estaba herido, lo acompañaba. Los demás estaban muertos y creo que alguno había logrado escapar. Le grité a Máximo para que se bajara, pero él no quiso. Y mientras disparaba su carabina, me dijo riéndose: “No, Carmela, todavía nos podemos sostener aquí otro poco” (Carmen) “¡No! ¡No! ¡Bájate! Le grité, ¿No vez que te has quedado solo?” (Maximo) – ”Que importa, lo que debes hacer es darme parque que me hace falta”, le grité. “En una canasta y con una cuerda, pero luego”.
Corrí a buscar la canasta, Cuando volví a subir, los federales estaban en la azotea y me dio la corazonada de que Máximo había muerto. Bajé entonces y le dije a Aquiles: “Ya Máximo acabó, los federales están en la azotea” No me olvidare nunca de la mueca que hizo al oír esto. Dejó de disparar y puso su carabina en un rincón.
A todo esto, un grupo de rurales se acercó. Nadie disparaba ya. Se colocaron frente al zaguán de la casa. Los veíamos bien y podíamos haber matado a la mayor parte de ellos. Yo estaba fuera de mí por la muerte de Máximo y le dije a Aquiles señalándole a los rurales: “Mira, acabaremos con todos esos“ Aquiles se me quedó mirando con desconsuelo y preguntó: “¿Ves algún jefe con ellos?” (Carmen) ”No, están solos”, le dije…”Pues bien, (Musitó), esos hombres tienen madre, esposas, hijos o hermanos. Si yo supiera que con su muerte triunfaríamos, los mataría a todos, pero estamos perdidos de todas maneras. Me esconderé y saldré cuando se organicen a la noche los nuestros”.
Se quitó el abrigo que llevaba puesto. Empuñó su pistola, se echó algunos cartuchos en las bolsas del saco y ya se iba cuando lo detuve para decirle: “Hermano, es mejor en el combate” ”De todas maneras hay que morir” me respondió Aquiles, “pero mi obligación es conservar hasta el último el jefe a los míos y por eso me voy”.
Yo, aunque con el corazón hecho pedazos por la muerte de mi hermano Máximo y para proteger la retirada de Aquiles, seguía haciendo fuego desesperadamente por la ventana, hasta que mi hermana política, la esposa (Filomena) de Aquiles , me jaló por la falda y me obligo a suspender el fuego, llevándome a una pieza contigua donde estaban ella y mi madre.
Roto el zaguán a tiros, penetraron los federales a la casa, y el Jefe Político, Joaquín Pita, llego hasta donde nos hallábamos, con el sombrero en la mano. Al principio, cuando creyó que Aquiles se hallaba en la misma habitación, escondido, nos trató cortésmente; pero cuando se convenció de que no corría ningún peligro, cambió en forma brutal y hasta empujo a mi cuñada que estaba encinta (embarazada).
Nos llevaron en un coche cerrado a la cárcel y quisieron curar mi herida en la sección media, pero yo me rehusé terminantemente, diciendo que me curaría con saliva. Tal era mi desesperación y mi enojo que no sentía molestia alguna, no obstante de estar tan mal herida. Durante tres días permanecí sin comer, pues no quise probar el rancho (comida); y cuando al día siguiente de habernos aprehendido a mi madre, a mi cuñada, sirvienta y a mí, nos llevaron a declarar, el llavero (carcelero) que nos había sacado de nuestras respectivas celdas, al pasar por el patio, nos dijo: “Vuelvan la vista a la derecha”, mi madre, de tan afligida, no hizo aprecio a la observación. Yo volví la cara a la izquierda, sólo porque me mandaban volverla a la derecha, pero mi cuñada Filomena sí volteo como se lo decían. Y al ver los cadáveres ensangrentados de Aquiles y Máximo en unas camillas, sufrió un síncope y se desplomo en tierra sin sentido…
Poco después supimos cómo había muerto Aquiles. En el frio sótano donde se escondió, apenas podía caber sentado. La fatiga del combate lo había hecho sudar copiosamente y al quitarse el abrigo sufrió algún enfriamiento que en ese lugar se convirtió en una pulmonía fulminante. Al paso de la media noche, no pudiendo resistir a la falta de aire, comenzó a toser y, habiéndolo escuchado los hombres de guardia que se encontraban en el comedor, en cuyo piso se hallaba el pequeño sótano cubierto con una alfombra, un oficial de gendarmes se acercó, levantó la tapa del sótano y le hizo fuego a quemarropa. Por eso la bala penetró por la parte alta del cráneo de Aquiles y le salió casi en el cuello. Ya muerto, su asesino tiró de su cuerpo y lo sentó en una silla, quedando recostado sobre el mantel que se manchó con su sangre.
Ese suceso fue el 18 de noviembre de 1910 en Puebla.
Así lo relató Carmen Serdán la revolución estaba en marcha.
Los hechos no la desanimaron y continuó la lucha, aún después del golpe de Estado de Victoriano Huerta, participó en la Junta Revolucionaria en Puebla y sostuvo una entrevista con Venustiano Carranza.
Distribuyó armas, fue correo a favor del movimiento e imprimió proclamas; posteriormente se incorporó como enfermera en los hospitales de las fuerzas combatientes.
Al triunfo del constitucionalismo, CARMEN SERDAN se retiró a la vida privada; murió en Puebla, el 21 de agosto de 1948, a la edad de 73 años.
- Aquiles Serdán fue nombrado “Benemérito de la Patria” por el presidente Abelardo L. Rodríguez mediante decreto del 11 de noviembre de 1932, y desde entonces su nombre junto con los de Carmen Serdán y Máximo Serdán están grabados con letras de oro en los muros de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión de los Estados Unidos de Mexico.
* Hay un cuarto miembro de la familia Serdán que poco o no se menciona dentro de las crónicas e historia ya que fue relegada al olvido: NATALIA SERDAN ALATRISTE.
Cuando se casó Natalia, con don Manuel Sevilla y recibió de regalo de bodas de su padre Miguel Cástulo Alatriste “Mártir de la Guerra de Reforma, Gobernador de Puebla y asesinado por las tropas del Rey Maximiliano”, una casa ubicada en Portería de Santa Clara número 4, en la ciudad de Puebla de los Ángeles “hoy museo de la Revolución Mexicana” testamentada en seis partes para ella y sus cinco hijos y compartida con sus hermanos. Ella compraba la pólvora en costales de harina a la ferretera “El Candado” el cual fabricaban bombas con las perillas de las camas de latón, con su hermana Carmen, sorteando peligros, pegaban propaganda por las calles. En sus abrigos y canastas del mercado escondían los fusiles y los repartían entre la gente que estaba con el movimiento de Aquiles Serdán. Natalia no estuvo la noche del 18 de noviembre de 1910, cuando el gobernador de Puebla Mucio Praxedes descubrió la conspiración de Madero y mandó matar a los Serdán. En la reunión de la familia Serdán, que estaba en su casa, decidieron que Natalia saliera con sus cinco hijos y los dos de Aquiles. Él tenía un plan, sí, pero debían proteger a los niños así que ella salió y se fue a la casa de Miguel Rosales, muy frustrada.
De entonces 35 años Natalia escuchó todo lo que pasaba y al día siguiente, encontró su casa deshecha y se enteró de que sus hermanos estaban muertos. Supo que su madre, la cuñada Filomena, la sirvienta Natividad estaban presas y Carmen herida en el hospital. Tuvo que sobreponerse con toda la fuerza que le daba ser una Serdán y buscó ayuda. Nadie quería enterrar a sus hermanos, ni hacer autopsia. Su casa estaba saqueada, destruida por los soldados, pero se la devolvieron y consiguió una hipoteca para sacar de la cárcel y del hospital a las demás mujeres Serdán.
De todos modos estalló la Revolución el 20 de noviembre; tras su triunfo, Madero viajó a Puebla y se hospedó en la casa de los Serdán; ahí, por petición de él, Natalia le entregó una carta con las necesidades que tenían. Se la echó en la bolsa del saco al irse, pero nunca llegaría a ser respondida pues cuando regresó a la Ciudad de México, 3 semanas después sucedió la decena trágica que terminó con su asesinato.
Los zapatistas continuaron la lucha y, cuando anunciaron su entrada a Puebla, las mujeres Serdán fueron avisadas por el gobernador para llevarlas a Jalapa. Pero Natalia, previendo que quizás llegarían los soldados a saquear nuevamente la casa, dejó la puerta abierta para que el daño fuera menor. Sin embargo, según contó la portera, lo primero que hicieron al llegar a la ciudad fue efectivamente visitar la Casa de los Serdán y al entrar, uno por uno se quitaron el sombrero y sin robarse nada, rindieron sus respetos al gran mártir de la Revolución, Aquiles Serdán, y a su hermano Máximo Serdán. Al salir, le dejaron los centavos que pudieron a la portera.
“Esto si es empatía por el mismo sentimiento, ojala en nuestra actualidad tuviésemos esa virtud y sensibilidad hacia las injusticias de cualquiera en cualquier parte de Mexico y el mundo, cualidad hermosa de un verdadero revolucionario”.
Filomena del Valle, viuda de Aquiles, junto con las mujeres Serdán, sobrevivieron la Revolución y al terminar ésta volvieron a Puebla; Natalia se quedó en la Ciudad de México, nunca había trabajado y aún así consiguió un empleo en la oficina de Correos. Ya habían promulgado la Constitución en Querétaro y para ella le fue muy difícil trabajar, pues tenía cinco hijos. Fue tal su esfuerzo y tesón, que a todos sus hijos dio carrera universitaria. Murió en 1938 a los 63 años.
El actual recinto homenaje a los Hermanos Serdán
En el año de 1960, en aquella ocasión del cincuentenario del inicio del movimiento armado de México, el Gobierno Federal dispuso, por intermedio de la Secretaría del Patrimonio Nacional y con la cooperación del Gobierno del Estado de Puebla, que la casa que habitara la familia Serdán Alatriste se convirtiera en recinto de homenaje cívico que recordara con permanencia de valor histórico la heroica jornada del 18 de noviembre de 1910.
Devolver el ambiente de la época, restituir muebles y objetos genuinos, que habían saqueado quedando en colecciones privadas o de uso común, para dar nueva vida al marco en que estuvo colocado el lienzo de una escena trágica, formó parte del intento perseguido con los trabajos realizados. Convertir la casa de la familia Serdán en plantel educativo y formativo, tomándolo como plataforma de cultura cívica en que el Museo Regional de la Revolución Mexicana quedó convertido; (Honor a quien honor merece).
El 15 de enero de 1961, el Gobierno del Estado de Puebla, con la colaboración técnica del Instituto Poblano de Antropología e Historia, se hizo cargo de la administración y conservación de este monumento, realizándose ininterrumpidos trabajos de recopilación de material documental y de investigación.
Actualmente este museo cívico sigue siendo un monumento nacional a los que soñaron por un ideal; un país con libertad e igualdad.
Bibliografia:
Acervo Revolucionario de Puebla
Fotografia:
Archivo de Puebla
Bocetos:
Ernesto Garcia Cabral «Los sangrientos sucesos de Puebla»
Que completo está no lo puedo compartir en facebook?
Wow si se pudo gracias..<3
Leido y muy interesante Betthy de Toledo <3
esta genial!!
Hola tengo una entrevista con carmen serdan que data de 1930-1932 y me gustaria saber cual es la fuente del testimonio que se relata de ese dia 18 de noviembre de Carmen Serdan para comparar ambos testimonios. Gracias.